Ya llegaste a tu casa? Ya pusiste el agua de los fideos a calentar?

Ahora, sentate un rato y reite de vos mismo...

y sino, reíte de mi que estoy para el cachetazo...


domingo, 27 de marzo de 2011

ELLA, ME LA HACE... POSIBLE.

   Como si hubiéramos ido a la par de la tecnología, las mujeres de siglo XXI pasamos de ser grandes cajas con imágenes en blanco y negro para convertirnos en espectaculares pantallas plana a todo color, capaces de mostrar más de un canal a la vez con la mejor definición nunca imaginada. Y parece ser, que en este intento revolucionario de crecer, desarrollarnos, y convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas, los hombres perdieron su capacidad de manejar el control remoto.
Hace unos años una amiga me regaló un libro convencida de que era perfecto para mí; “Historia universal de la histeria” que no hacía más que hablar y explicar las razones psicológicas, fisiológicas, históricas, culturales, hasta químicas, de porque la histeria, propiamente dicha, le corresponde al sexo femenino. Pero la realidad es que, años después de leerlo y habiendo vivido alguna que otra experiencia, sumada claro la experiencia de las mujeres a mi alrededor, puedo decir que el libro que con tanta intriga leí, buscando las justificaciones o aclaraciones del porque del funcionamiento irracional de mi psiquis frente a ciertas circunstancias, debería volverse a editar pero en una versión nueva para la histeria masculina.
Durante mucho tiempo, por miedo al “que dirán”, la mujer se mantuvo en la cómoda postura de preferir parecer histérica y loca a parecer fácil y accesible. Pero hoy, después de haber luchado por la igualdad de los sexos, después de demostrar que podemos manejar empresas, estudiar, mantener un hogar, criar hijos, cuidarnos solas, dejamos de preocuparnos por lo que otros puedan pensar de nosotras para tomar decisiones sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos porque, al fin y al cabo, siempre nos pertenecieron. Pero era claro que esto podía traer consecuencias y ahora, los mismos que se llenan las tripas de bronca porque las mujeres "les hacemos la vida imposible", porque no nos entienden, nunca saben q decir, supuestamente les damos vueltas, los histeriqueamos, somos irracionales, no sabemos qué queremos, bla bla bla, ahora son ellos los hipócritas histéricos incomprensibles, que si les dicen “Si, venite a casa” o “si, nos vemos cuando quieras” responden “arreglamos” y se suben a una calesita que da vueltas y vueltas hasta que desaparecen más fácil que los aviones de David Copperfield poniendo excusas que le hacen pensar a una que quizás realmente exista el ciclo masculino y también haya que tenerles paciencia una vez por mes.
Son los hombres los que se convirtieron hoy en unos expertos manipuladores de la verdad tratando de convencernos de que las inseguras somos nosotras, haciéndonos sentir que estamos locas, para después hacer lo que quieren con sus vidas y también con las nuestras. La loca de mierda resumiría la situación y el sentimiento con un simple “Porque todos no me chupan bien el lado izquierdo de la concha”. A mí, en cambio, me pareció demasiado y vi mas útil buscarle la explicación lógica y racional al porque de este cambio.
Y la verdad es que es más claro de lo que parece; volviendo al tema de la versión renovada del sexo femenino, nuestra revolución se convirtió hoy en un problema para ellos. Ahora nosotras somos más independientes, más seguras, más libres. Hablamos mas, decimos las cosas, vamos de frente. Ya no somos histéricas. Entonces no tienen más excusas y las tienen q inventar. Antes era cómodo decir "ella me la hace imposible". Ahora las mujeres se las hace posible, y los puso en la posición de decidir. Y ellos no saben decidir, no quieren decidir. Entonces se esconden bajo el perfecto agujero situado al lado de la cama de mama y sobre el cual trabajaron durante muchos años sabiendo que iba a llegar el día en el que las cosas ya no iban a ser difíciles y ellos no iban a saber para donde escapar. El día en el que la teoría de “para las mujeres es todo más fácil” iba a dejar de ser aplicable y todos los pilares que servían para justificar sus actos se iban a desmoronar uno a uno dejándolos al desnudo frente al dilema de decidir entre poner los huevos sobre la mesa y hacerse “hombres” o seguir siendo los mismos cagones que se escondieron toda la vida bajo el lema de “las mujeres son unas histéricas”.
Y si, era más fácil cuando el aparatito tenía solo hasta el canal 8 y si la imagen no era definida se podía decir que la antena “andaba mal”. Pero ahora, con un control del tamaño de una zapatilla, opciones múltiples de botones para apretar, y un manual de instrucciones con letra grande y en distintos idiomas, ellos parecen no encontrar la forma de manejarlo. Y mientras se toman sus tiempos para decidir qué canal poner, nosotras hacemos nuestra vida y esperamos que el día que finalmente elijan, la transmisión no se les haya cortado…



lunes, 7 de marzo de 2011

EFECTO DOMINÓ


“El efecto dominó sugiere que una acción iniciará una cadena de eventos que culminarán en un indeseable evento posterior sin establecer o cuantificar las contingencias relevantes; haciendo un movimiento en determinada dirección, empezaremos a bajar por una "pendiente resbaladiza". Habiendo empezado a bajar por la pendiente, aparentemente seguiremos yendo en la misma dirección, usualmente negativa, en consecuencia a la metáfora de deslizarse hacia abajo”

A todos nos pasó alguna vez. Nadie queda exento de estas experiencias. Es como si un día la vida te dijera “ok, hasta acá fue todo fantástico así que ahora, para que aprendas a valorar lo bueno, vamos a darte un poco de lo malo”. Y así, de repente, de la nada, un elefante marino en tanga te mea la cabeza y las cosas empiezan a salir todas al revés. Es como si a propósito los planetas se alinearan, pero no para darte suerte sino, todo lo contrario.
Desde ese momento, yendo de lo más grave a lo más irrelevante, cada cosa que te pase vas a pensar que forma parte de este plan macabro de hacerte valorar todo un poco más. Los sucesos pueden ir desde un robo hasta una muerte, sin descontar una renuncia o despido, y sin olvidarnos de lo menos importante, pero que igual cuenta, como que se te corte internet mientras cargas una película y darte cuenta cuando ya la empezaste a ver, que se te caiga la coca de Mac Donald en el medio de Rivadavia, que se te rompa un celular, que pongan tu nombre en el libro de quejas del trabajo, quedarte sin embrague en el medio de panamericana o que se te rompa el taco del zapato mientras tratas de correr por la escalera porque te quedaste dormido. Claro que creer que vas ser asesinada por un portero y recibir mensajes de texto de un ex no quedan fuera de la lista.
Y lo peor es que nunca faltan en estas oportunidades los típicos personajes que van a tratar de animarte diciéndote cosas tales como “bueno, pensa en positivo, en todas las cosas buenas. Pensa que hay gente que está peor” y yo me pregunto por qué será que la idea de que siempre hay alguien que está peor que uno debería alegrarte o levantarte el ánimo. Cuál es la finalidad? Que de pronto la cara se te ilumine de alegría? Se supone que deberíamos estar felices por el simple hecho de que hay personas más infelices que nosotros? No sería un poco egoísta y conformista de nuestra parte pensar de esa manera? Y aparte, cuando estas personas elijen decirnos estas cosas sabiendo que nuestro sistema nervioso está a punto caramelo, no se les ocurre pensar que podríamos tranquilamente romperles una olla en la cabeza?.
Pareciera que la gente no se da cuenta que, cual Michael Douglas en “Un día de furia”, o Adam Sandler en “Locos de ira”, te sentís capaz de destruir cada uno de los platos de tu casa contra la pared, o de matar, si matar, al enfermo de tu kiosquero porque aunque le des siempre los putos  $0,50ctvos. que necesita para no tener que darte vuelto, el decide no devolvértelos el día que te quedaste sin cambio. Y tan capaz sos de empezar a mandarte cagadas, que indefectiblemente terminas cayendo frente a la tentación de hacer cosas tales como mandar un mensaje de texto que no debías, responderle mal a la persona inadecuada, comerte todo lo que encuentres en el camino con la barata excusa de tener angustia oral y quedarte todo el fin de semana encerrado mirando películas porque, al fin y al cabo, lo más probable es que en cuanto salgas pises mierda, te resbales, te caigas de espalda y te tengan que llevar a la guardia. Pero no vas a tener la suerte de no ir a trabajar, va a ser simplemente un golpe capaz de producirte un dolor incesante pero no lo suficientemente grande como para merecer un certificado de reposo.
Todo parece indicar que nada, pero nada, va a hacer que tu suerte cambie. Incluso cuando en el desesperado intento de terminar con la mala racha, y habiendo pasado ya por la experiencia de googlear “como sacar gualichos”, “como deshacer trabajos” o “Como saber si me hicieron una macumba”, termines escondiendo portarretratos vacíos, sacando los caracoles que haya en tu casa, poniendo ajo en las ventanas, sal debajo de las puertas y porque no agua bendita en toda tu ropa.
Y finalmente, cuando hayas caido en cuenta de que nada da resultado y de que, tal como dice la teoría, seguiremos yendo en la misma dirección hasta caer la última ficha, vas a tomar la desafortunada desicion de llamar a tu mamá para contarle lo que te pasa.Y contrario a cualquier cosa que pensabas escuchar, ella te va a decir en un tranquilo pero irónico tono “Bueno, tranquila, son cosas que pasan, acostúmbrate porque estas creciendo”.


martes, 8 de febrero de 2011

LAS ABUELAS

“Yo me quedo, estoy muerta, me duele todo”, dijo ella mientras nosotras nos cambiábamos tratando de darle vida a nuestras caras que no hacían más que demostrar el sueño constante que sentíamos. 
A fuerza de pulmón intenté terminar mi Dr. Lemon con Vodka diario para que pudiéramos cargar la botella con Speed con melón igual que todas las noches (Noche por medio, para ser más sinceras) pero mi estómago no me dejó continuar con la travesía y un cuarto del líquido se fue por el caño de la cocina mientras el maquillaje terminaba de hacer su magia.
Llegamos a la puerta como siempre; hablando boludeces, tratando de no tropezar en el camino, diciendo que no a los tarjeteros  y decididas a pasar nuevamente sin hacer cola y gratis. Y para que voy a mentir… llegar saludando gente, entrar sin esperar, pasar sin gastar un peso y que te regalen remeras y alcohol cada tanto, tiene su encanto y su dosis de adrenalina. Por 11 meses y medio trabajamos, estudiamos, fuimos responsables, adultas, cumplimos como se debía con lo que se debía, pagamos deudas, Etc. Etc. Poder sentirse adolescente, al menos por un ratito, y aunque fuera mentira, era como una pequeña transfusión de sangre. Es de pendejas? Sí, claro. Pero cuando estás ahí, con ganas de olvidar las contracturas y las obligaciones, nada de eso importa. Al fin y al cabo, nadie te va a conocer por más de 15 días…
Ahora sí, si cuando estas entrando uno de los dueños, que siempre saluda, dice “que pasen las abuelas” la adrenalina, la transfusión y las pendejadas se van todas juntas por el inodoro y la noche ya no será lo que iba a ser. De repente y sin previo aviso tu cabeza empieza a procesar la información de manera diferente. Ya no éramos adolescentes. Ahora éramos las vacas viejas que volvieron con mas dolores y kilos que el año anterior…
Contra la baranda de la pista una se suena la espalda mientras la otra le dice al oído “no digas nada, me duele el ciático”. La tercera se queda mirando como en su tarima, nuestra tarima, un grupo de lo que yo llamaría “la generación de las hormonas del pollo” la llaman con cara de “dale vieja, movete de ahí y venì a bailar” y un grupo de varones cuchichean mientras las miran. En mi mente ellos están pensando “Que carajo hacen acá adentro”… Y mientras miro el tronco de una modelo de una publicidad de vinos que me dice sin remordimientos “jamás tendrás mi cuerpo” yo me pregunto lo mismo que el…. Qué carajo estamos haciendo ahí adentro.
Observamos, eso hacemos. Observamos nuestro único consuelo de la noche; como ellas no saben bailar. Como a pesar de sus despampanantes e inexplicables cuerpos que bien se encargan de meter adentro de polleras increíblemente cortas, a las nenas de ahora nadie les enseño que el cuerpo se divide en, mínimo, dos partes, de la cadera para arriba, de la cadera para abajo. A ellas les pusieron un día reggaeton y les dijeron “movete, perreà”. Nunca aprendieron con “la ventanita del amor”, “soy cordobés”, “Mueve tu cucu”, “El bombón asesino”, “Amor narcótico” y ni hablar de “El auto rojo” de Vilma Palma. Cuando algo así suena todos ellos miran al DJ con caras de asesinos mientras nosotras reímos y recordamos nuestra adolescencia, pero no la de los 15 días, la real, la que pasó hace ya algunos años.
Y observo hasta el cansansio y me voy al patio para poder respirar fuera de tanta hormona junta y para que el aire me despierte porque, claramente, me estoy quedando dormida. Y un nene se me acerca y me dice “me das un beso?”… con mi mejor cara de sorpresa lo primero que me sale responderle es “voy en cana corazón, cuantos años te pensas que tengo?” y el no tiene mejor idea  que responder, muy convencido “que tendrás? 26?“ mientras saca su DNI para demostrarme que tiene unos frescos 19 añitos. Él no solo me da 3 años más de los que tengo, sino que, para colmo, él es de 1991. No se supone que la gente de 1991 con suerte esta yendo a bailar una vez por mes y que el viaje de egresados todavía tiene que terminar de pagarse??. Nadie me avisó, ni esa noche ni antes, que si eras de 1991 podías salir a encararte gente porque sos mayor de edad, y tampoco me contaron que, aparentemente, ya no es necesario chamuyar (Tribilinear diría Silvina Luna en Gran Hermano (?)) antes de chapar, pero siempre pidiendo permiso, para mantener el respeto… 
Con las camperas puestas para irnos y con dolor de estómago aún sin haber tomado, nos sentamos en el pasto para que nos lleven y no caminar tan solo siete cuadras. Y mientras esperamos no puedo dejar de pensar en el resfrío desde el tercer día, el sueño constante, los dolores de espalda, las contracturas, las ganas de irnos cuando la cosa se pone muy cargada de gente, las ganas de comer desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, el heladito de la peatonal y el chocolate de la bombonerìa en vez de la cervecita del bar, la siestita infaltable antes de salir y la sombrilla bajo la cual pasamos casi toda la tarde lejos del sol y que nos deja jugar sin problemas al chinchón cual abuelos jugando al tejo. Y me dí cuenta de que esas eran tan solo pequeñas demostraciones de que nuestros “cuerpitos” ya  no están a la altura de ciertas circunstancias.
Y Esa noche decidimos que nuestras próximas vacaciones no van a ser en un boliche de la costa, pero antes de irnos  nos subimos de nuevo a la tarima y tratamos de sentirnos adolescentes una vez mas compitiendo con la generación del pollo y demostrándoles que, abuelas o vacas viejas, como mas lo quieran ver, nosotras ya no estaremos para otro verano en la costa, pero vayamos a donde vayamos,  por lo menos sabemos bailar.



La vida misma

La vida misma