Ya llegaste a tu casa? Ya pusiste el agua de los fideos a calentar?

Ahora, sentate un rato y reite de vos mismo...

y sino, reíte de mi que estoy para el cachetazo...


martes, 8 de febrero de 2011

LAS ABUELAS

“Yo me quedo, estoy muerta, me duele todo”, dijo ella mientras nosotras nos cambiábamos tratando de darle vida a nuestras caras que no hacían más que demostrar el sueño constante que sentíamos. 
A fuerza de pulmón intenté terminar mi Dr. Lemon con Vodka diario para que pudiéramos cargar la botella con Speed con melón igual que todas las noches (Noche por medio, para ser más sinceras) pero mi estómago no me dejó continuar con la travesía y un cuarto del líquido se fue por el caño de la cocina mientras el maquillaje terminaba de hacer su magia.
Llegamos a la puerta como siempre; hablando boludeces, tratando de no tropezar en el camino, diciendo que no a los tarjeteros  y decididas a pasar nuevamente sin hacer cola y gratis. Y para que voy a mentir… llegar saludando gente, entrar sin esperar, pasar sin gastar un peso y que te regalen remeras y alcohol cada tanto, tiene su encanto y su dosis de adrenalina. Por 11 meses y medio trabajamos, estudiamos, fuimos responsables, adultas, cumplimos como se debía con lo que se debía, pagamos deudas, Etc. Etc. Poder sentirse adolescente, al menos por un ratito, y aunque fuera mentira, era como una pequeña transfusión de sangre. Es de pendejas? Sí, claro. Pero cuando estás ahí, con ganas de olvidar las contracturas y las obligaciones, nada de eso importa. Al fin y al cabo, nadie te va a conocer por más de 15 días…
Ahora sí, si cuando estas entrando uno de los dueños, que siempre saluda, dice “que pasen las abuelas” la adrenalina, la transfusión y las pendejadas se van todas juntas por el inodoro y la noche ya no será lo que iba a ser. De repente y sin previo aviso tu cabeza empieza a procesar la información de manera diferente. Ya no éramos adolescentes. Ahora éramos las vacas viejas que volvieron con mas dolores y kilos que el año anterior…
Contra la baranda de la pista una se suena la espalda mientras la otra le dice al oído “no digas nada, me duele el ciático”. La tercera se queda mirando como en su tarima, nuestra tarima, un grupo de lo que yo llamaría “la generación de las hormonas del pollo” la llaman con cara de “dale vieja, movete de ahí y venì a bailar” y un grupo de varones cuchichean mientras las miran. En mi mente ellos están pensando “Que carajo hacen acá adentro”… Y mientras miro el tronco de una modelo de una publicidad de vinos que me dice sin remordimientos “jamás tendrás mi cuerpo” yo me pregunto lo mismo que el…. Qué carajo estamos haciendo ahí adentro.
Observamos, eso hacemos. Observamos nuestro único consuelo de la noche; como ellas no saben bailar. Como a pesar de sus despampanantes e inexplicables cuerpos que bien se encargan de meter adentro de polleras increíblemente cortas, a las nenas de ahora nadie les enseño que el cuerpo se divide en, mínimo, dos partes, de la cadera para arriba, de la cadera para abajo. A ellas les pusieron un día reggaeton y les dijeron “movete, perreà”. Nunca aprendieron con “la ventanita del amor”, “soy cordobés”, “Mueve tu cucu”, “El bombón asesino”, “Amor narcótico” y ni hablar de “El auto rojo” de Vilma Palma. Cuando algo así suena todos ellos miran al DJ con caras de asesinos mientras nosotras reímos y recordamos nuestra adolescencia, pero no la de los 15 días, la real, la que pasó hace ya algunos años.
Y observo hasta el cansansio y me voy al patio para poder respirar fuera de tanta hormona junta y para que el aire me despierte porque, claramente, me estoy quedando dormida. Y un nene se me acerca y me dice “me das un beso?”… con mi mejor cara de sorpresa lo primero que me sale responderle es “voy en cana corazón, cuantos años te pensas que tengo?” y el no tiene mejor idea  que responder, muy convencido “que tendrás? 26?“ mientras saca su DNI para demostrarme que tiene unos frescos 19 añitos. Él no solo me da 3 años más de los que tengo, sino que, para colmo, él es de 1991. No se supone que la gente de 1991 con suerte esta yendo a bailar una vez por mes y que el viaje de egresados todavía tiene que terminar de pagarse??. Nadie me avisó, ni esa noche ni antes, que si eras de 1991 podías salir a encararte gente porque sos mayor de edad, y tampoco me contaron que, aparentemente, ya no es necesario chamuyar (Tribilinear diría Silvina Luna en Gran Hermano (?)) antes de chapar, pero siempre pidiendo permiso, para mantener el respeto… 
Con las camperas puestas para irnos y con dolor de estómago aún sin haber tomado, nos sentamos en el pasto para que nos lleven y no caminar tan solo siete cuadras. Y mientras esperamos no puedo dejar de pensar en el resfrío desde el tercer día, el sueño constante, los dolores de espalda, las contracturas, las ganas de irnos cuando la cosa se pone muy cargada de gente, las ganas de comer desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, el heladito de la peatonal y el chocolate de la bombonerìa en vez de la cervecita del bar, la siestita infaltable antes de salir y la sombrilla bajo la cual pasamos casi toda la tarde lejos del sol y que nos deja jugar sin problemas al chinchón cual abuelos jugando al tejo. Y me dí cuenta de que esas eran tan solo pequeñas demostraciones de que nuestros “cuerpitos” ya  no están a la altura de ciertas circunstancias.
Y Esa noche decidimos que nuestras próximas vacaciones no van a ser en un boliche de la costa, pero antes de irnos  nos subimos de nuevo a la tarima y tratamos de sentirnos adolescentes una vez mas compitiendo con la generación del pollo y demostrándoles que, abuelas o vacas viejas, como mas lo quieran ver, nosotras ya no estaremos para otro verano en la costa, pero vayamos a donde vayamos,  por lo menos sabemos bailar.



2 comentarios:

  1. La verdad, es genial el post! Pensar que en esas cosas por ahí uno se da cuenta que está en los veintitantos... el tema es que no se pierdan esos destellos de adolescencia.
    Al margen, el "voy en cana corazón", inevitable que no produzca ternura esa expresión.

    El post me hace pensar en que a mí ya me rompe las bolas tener q hacer la fila para entrar al boliche, que haga mucho calor dentro y que te pisen y choquen (por eso adoro los típicos barcitos que después corren las mesas).

    A fin de cuentas, te das cuenta q estás rodeado de un gran jardín de infantes. Los de la década del ochenta vamos quedando viejos.

    Un gustazo leerte!
    Facu

    ResponderEliminar
  2. Deb, me hiciste reir de mi misma!
    Muy buenooo
    Besito!

    ResponderEliminar

La vida misma

La vida misma